"Las griegas decentes sólo pueden hacer tres cosas en la vida: casarse con hombres griegos, traer al mundo hijos griegos y hacer comida para todos hasta el día de su muerte" (Toula Portokalos).
Hace diez años, en Atenas, la primera vez que pisé tierra griega, vi una boda. La ceremonia era larga, como todos los ritos ortodoxos. Como no estaba invitado, con el corazón deseé lo mejor a los novios y proseguí mi viaje. Después, cuando extrenaron la película, Mi gran boda griega, exitosa por el boca a boca de la gente, los recuerdo de aquella ceremonia eran más que evidentes. Pero en este blog hablamos de cine. Vamos a ver de qué trata la película.
Hace diez años, en Atenas, la primera vez que pisé tierra griega, vi una boda. La ceremonia era larga, como todos los ritos ortodoxos. Como no estaba invitado, con el corazón deseé lo mejor a los novios y proseguí mi viaje. Después, cuando extrenaron la película, Mi gran boda griega, exitosa por el boca a boca de la gente, los recuerdo de aquella ceremonia eran más que evidentes. Pero en este blog hablamos de cine. Vamos a ver de qué trata la película.
Todos los miembros de la familia Portokalos están preocupados por Toula (Nia Vardalos). A sus treinta años sigue soltera, trabaja en el Dancing Zorba's, el restaurante griego de sus padres, Gus (Michael Constantine) y Maria (Lainie Kazan), y huele a pan de ajo.
Sus días son monótonos y aburridos, igual que su pelo, su ropa y su actitud. Escucha en silencio las quejas de sus parientes sobre su triste situación. Su padre pretende enviarla a Grecia a encontrar marido, pero ella rechaza la oferta. Es como si no quisiera casarse. Su familia se hace cruces sólo de pensarlo.
Pero es que Toula quiere algo más, algo para sí misma. Y cuando ya empezaba a pensar que ojalá fuera más valiente o más guapa, sus ojos se posan sobre un desconocido, un hombre alto y apuesto que aparece en el restaurante. El guapo desconocido apenas repara en ella.
Toula está dispuesta a cambiar. La única revolución que necesitaba la vida de Toula eran unas cuantas clases de informática, un par de lentillas y un cambio de actitud. Toula empieza a trabajar en la agencia de viajes de su tía. Esta vez, el apuesto desconocido repara en su transformada presencia. Es Ian Miller (John Corbett), un profesor de instituto alto, guapo y sin una gota de sangre griega. En menos que canta un gallo, Ian la invita a salir y no tardan en enamorarse. Pero Toula no sabe qué podrá molestar más a su anticuado padre, si el hecho de que Ian sea un "xeno" (extranjero) o que sea vegetariano.
Cuando Ian le pide que se case con él, a Toula se le olvidan sus preocupaciones. Si consiguen que los exquisitos padres de Ian se lleven bien con los padres, tíos, abuela y veintisiete primos carnales de Toula, tendrán la oportunidad de ser felices. Y, como dice la tía Voula, "¿que no come carne? No pasa nada, haré cordero".
Toula sabe que si Ian consigue ganarse la aprobación de su disparatada familia y se convierte a la fe ortodoxa, su bodorrio griego, con limusina color azul pastel, esculturas de hielo, diez damas de honor vestidas de azul turquesa, tarta de cinco pisos, escalinata de plástico y surtidor de champán incluidos, será un juego de niños.
Sus días son monótonos y aburridos, igual que su pelo, su ropa y su actitud. Escucha en silencio las quejas de sus parientes sobre su triste situación. Su padre pretende enviarla a Grecia a encontrar marido, pero ella rechaza la oferta. Es como si no quisiera casarse. Su familia se hace cruces sólo de pensarlo.
Pero es que Toula quiere algo más, algo para sí misma. Y cuando ya empezaba a pensar que ojalá fuera más valiente o más guapa, sus ojos se posan sobre un desconocido, un hombre alto y apuesto que aparece en el restaurante. El guapo desconocido apenas repara en ella.
Toula está dispuesta a cambiar. La única revolución que necesitaba la vida de Toula eran unas cuantas clases de informática, un par de lentillas y un cambio de actitud. Toula empieza a trabajar en la agencia de viajes de su tía. Esta vez, el apuesto desconocido repara en su transformada presencia. Es Ian Miller (John Corbett), un profesor de instituto alto, guapo y sin una gota de sangre griega. En menos que canta un gallo, Ian la invita a salir y no tardan en enamorarse. Pero Toula no sabe qué podrá molestar más a su anticuado padre, si el hecho de que Ian sea un "xeno" (extranjero) o que sea vegetariano.
Cuando Ian le pide que se case con él, a Toula se le olvidan sus preocupaciones. Si consiguen que los exquisitos padres de Ian se lleven bien con los padres, tíos, abuela y veintisiete primos carnales de Toula, tendrán la oportunidad de ser felices. Y, como dice la tía Voula, "¿que no come carne? No pasa nada, haré cordero".
Toula sabe que si Ian consigue ganarse la aprobación de su disparatada familia y se convierte a la fe ortodoxa, su bodorrio griego, con limusina color azul pastel, esculturas de hielo, diez damas de honor vestidas de azul turquesa, tarta de cinco pisos, escalinata de plástico y surtidor de champán incluidos, será un juego de niños.
Es una boda, digo película, muy divertida. No te la pierdas.
